miércoles, julio 20, 2005

¿Tolerantes o acostumbrados?

¿Qué tan podrida está la sociedad? Ésta es una de las interrogantes, sin respuesta -vale la pena acotar-, que se plantean en nuestro nuevo siglo. Aunque, en teoría, hemos "evolucionado" y "progresado" -si es que puede hablarse en estos términos-, el hombre ha llegado a un estado de decadencia deplorable. Podemos viajar a Marte, clonar gente, Internet inalámbrico en todos lados, celulares que te hacen la tarea, pero... ¿de qué nos sirve tanto "avance" si actuamos como dementes? Nos hemos enloquecido con tanta tecnología, filosofía barata y con todo este falso progreso. ¿Los culpables?, nosotros mismos. ¿Razones?, una falsa tolerancia que se ha vuelto costumbre.

Desde que entramos en el siglo XX empezamos a confundir términos: el diálogo con la retórica, el progreso con la evolución, la guerra con la paz, pero, sobre todas las cosas, la tolerancia con la costumbre. Hagan un ejercicio, todos los días o una vez a la semana -depende de su nivel de "sensibilidad"- prendan la tele y vean Al rojo vivo o Primer impacto, sino, abran el periódico en la página de sucesos y échenle un vistazo. Encontrarán muertos por doquier. No hablo de guerra, mucho menos de crímenes comunes -si se puede utilizar dicho adjetivo para un crimen-; me refiero a un pandemonium, al Apocalipsis. Me atrevo a decir que el infierno es nuestro día a día.

Un padre viola a su hija y mata a su esposa; Brad Pitt sale con Nicolle Kidman; violador de niños es buscado por la policía; clonaron a un ejército completo en Rusia; asesino en serie de ancianas huye de nuevo; estudios descubren que el chocolate causa acné; linchan a ladrones en algún pueblo de Perú; vuelve la locura de las faldas a Londres; consiguen descuartizado el cadáver de una mujer embarazada; se invierten 1000 millones de dólares para viajar a Marte; mueren miles de niños en África a diario; padre de familia mata a sangre fría a su hermano; los videojuegos causan adicción en los niños; mueren más inocentes en Irak; Bush gana las elecciones de nuevo.
Bienvenidos a nuestra realidad, esto es lo que somos.

Nos hemos acostumbrado a escuchar crímenes y vivir entre ellos. Lo peor es que hemos permitido todo eso, lo toleramos. Dejamos que los crímenes se repitieran, que la justicia se perdiera y que el "sistema" -creado por nosotros mismos, vale la pena acotar- no funcione. Maldecimos a la policía, maldecimos los gobiernos, maldecimos a la humanidad, pero olvidamos que nosotros somos los culpables. Entre más avanza el tiempo, más organizaciones en "pro" de la paz y la justicia se crean; más parlamento, más diálogo, misma basura. Nadie hace nada, y todo se va perdiendo.

El arte, una de las pocas expresiones nobles que nos quedan, también se ha corrompido. En cualquier espacio de "arte y espectáculos" le dedican más páginas al supuesto romance de los protagonistas de cualquier film que a la película en sí. Se meten en la vida privada de un escritor, la destruyen, lo satanizan, pero nunca reseñan ni un párrafo de su nuevo libro. Nos importa más la vida de un creador que su obra. ¿Qué importa si fulanito canta bien?, lo que vende es que se haya acostado con la esposa de tal. Nosotros hemos prostituido el arte, nuestro único escape de la realidad. Lo peor es que nos gusta. Apoyamos películas comerciales, compramos el nuevo CD del último cantante difamado por los medios, ni hablar de escribir a los periódicos pidiendo más información sobre el romance gay entre actores de Hollywood. Pedimos a gritos conocer más escándalos para saciar nuestro cochino deseo, nuestro fetiche de conocer la vida ajena.

Es la segunda vez que toco el tema de la perversión humana. Podría tocarlo mil veces si fuese necesario, porque algo tenemos que hacer. Somos la semilla de nuestra propia destrucción. Semilla que hemos alimentado a diario, pidiendo a gritos más sangre en los noticieros, destruyendo nuestro arte; tolerando que se nos bombardee con tanta basura y, lo más aterrador, acostumbrándonos a vivir entre ella.