sábado, agosto 11, 2007

Remordimientos en traje de noche

¡Hola a todos! Ya terminé clases y comencé el tortuoso e infinito proceso de edición de Suicidios C.A. Las cosas marchan bien, espero tenerlo listo para la semana que viene y luego les cuento cuándo es el estreno -además de subir algo a youtube, claro está. De momento me despido con un excelente poema (de esos que yo llamo reflexivos) de José Luis Piquero, un español que está en mi limitado top-ten de poetas favoritos... Se ve largo, pero se lee rápido y vaya que vale la pena. ¡Espero sus comentarios!

Remordimientos en traje de noche

¿Qué estoy haciendo aquí, qué hacemos todos
copa en mano, apurando el indolente
pitillo de la fiesta, tan tranquilos
y pasándolo bien, como si nada
sucediese en el mundo, como si
tuviésemos derecho y fuese lógico?

Hagamos una pausa. Considero
las desdichas del prójimo: una guerra
remota, la sequía en las regiones
del hemisferio sur, o una explosión
en una calle atónita, rompiendo
en mil pedazos cuerpos como el mío.

Cosas que causan víctimas, monstruosos
terremotos, miseria. Y no obstante,
¿acaso es justo que la indiferencia
sea cifra de culpabilidad?

Sabemos que convierte en inocente
a la víctima: haber sido la víctima,
estar allí en el momento indicado,
naciendo, paseando, siendo uno,
como si no existiese una inocencia
original, sino sólo complejos
resortes del azar que repartiesen
inocencias terribles.

Es así
que el condenado a muerte inspira alguna
simpatía. Nos consta que, a su vez,
es víctima, instrumento de un designio
inescrutable, brazo de otros móviles.
Y sobre todo, aquel a quien mató,
qué fue sino uno más, otro culpable
que cualquier circunstancia expuso un día
a mortal inocencia.

Por lo tanto
la indefensión redime, y al fin somos
cada uno de nosotros potenciales
víctimas y posibles inocentes,
y ser culpables sólo es un estado
de probabilidad, como una espera.

Y estamos aquí solos, con la carga
de la culpable y frágil salvedad,
sabiendo que pudimos ser los otros,
nacer allí, pasar en ese instante,
pero siendo nosotros y aliviados
y pasándolo bien, que es lo más lógico

Empuñando la copa y el pitillo
como imposible escudo contra el miedo.