miércoles, febrero 21, 2007

Elegir y sacrificar

Hay palabras que sirven de espejo para ellas mismas; su reflejo es un concepto completamente diferente al original pero que se mantiene unido a éste por un hilo muy fino. De esta forma, se pueden relacionar acepciones y sentimientos tan dispares como amor y odio, amigo y enemigo, trabajo y descanso. Entre estas palabras cargadas de doble connotación, se encuentra una muy frecuente cuya dualidad solemos pasar por alto, me refiero a la palabra elegir.

Recuerdo que una vez leí (en Soy pésimo para los títulos, un cuento de Mag) que elegir a una persona es asesinar automáticamente a otra. Frase ambigua que al explorar a fondo lleva a una conclusión más interesante. Viéndose fríamente, cada elección que hacemos en nuestra vida implica, como requisito sine qua non, el sacrificio de algo. Si elegimos ir a un sitio, inmediatamente, sacrificamos otros posibles destinos, al elegir una carrera sacrificamos cientos, si elegimos a una chica nos olvidamos de las demás, si elegimos vivir un momento con una persona sacrificamos un instante al lado de muchas y así va una lista infinita: desde la decisión más banal hasta la más metafísica exigen por igual la elección de una cosa y el sacrificio de otra.

El problema principal de una elección es cuando se transforma en un sacrificio real. El elegir para almorzar entre pasta o carne no implica el sacrificio de un alimento, sólo la postergación del mismo... pero, ¿qué sucede cuando lo que se debe elegir involucra la perdida de algo para siempre? Cuando toca elegir entre la vida de la madre o un hijo, entre huir del país o morir por él. Hay elecciones/sacrificios que sería mejor no hacer, pero la mayoría se imponen nuestra vida delante de nosotros, al igual que la muerte, como algo ineluctable.

La gente que me conoce sabe que tengo una obsesión malsana con el tiempo. No es que quiera ser como Peter Pan, pero crecer y descubrir que la gente muere, que los amigos pueden pasar, que el amor no es eterno, que la naturaleza humana no es tan loable como pensábamos y que el futuro es hoy, es algo que asusta a cualquiera. La carrera, el trabajo, nuestra pareja, la casa, el dinero: todo se abalanza sobre nosotros, como una suerte de trampas donde cualquier paso en falso pudiese destruirnos por completo. El pulso no debe fallar, el avance implacable del tiempo pone su hoz sobre nuestro cuello y exige una elección en temas que nos parecían tan lejanos hace unos años atrás que la inmediatez de los mismos nos hiela la sangre.

Hay que ser inteligentes para elegir, pero el sacrificar requiere mucho más que eso: se necesita ser valientes para ello. Es como enfrentarnos al lado más oscuro de nuestro corazón, tomarlo entre las manos, reconocer nuestro reflejo y elegir que hacer con él. Erradas o no, las elecciones nos pertenecen. Si nos equivocamos, nuestro único consuelo será el habernos caídos por nuestra cuenta y no haber sido víctimas de la elección -o el sacrificio- de alguien más. Da miedo pensar en ello... Mag sostiene que no hay posibles elecciones, sólo La elección que, con o sin nuestro consentimiento, ya existía. Por mi parte, pienso que no hay nada mejor en este mundo que mirar la ruleta de la vida andar y apostarle todo al número que creemos ganador.

"... Después de todo, sólo se conquista el azar intentando adivinarle."
Las plumas del cuervo, Steven Lawrence