miércoles, febrero 22, 2006

Ya pasó un mes...

¡Hola a todos! Increíble pero cierto, ya terminé de escribir Suicidios C.A. Muchísimas gracias a toda la gente que me ha apoyado con este proyecto y a ustedes, mis fieles lectores, por darme ánimos con sus comentarios. Sólo espero poder retribuirles tanto apoyo subiendo, algún día, en internet éste y mi primer cortometraje para que todos lo vean. Así conocerán cual es el motivo de mis prolongadas ausencias por estos lados... En teoría, espero empezar -y terminar, si Dios quiere- de filmar en estas vacaciones. Todo depende de como salgan las cosas y de los obstáculos que tenga.

Sabemos que "el tiempo pasa volando", pero sólo en situaciones como ésta se puede apreciar la verdadera rapidez del mismo. Ya pasó un mes desde la muerte de mi abuela y los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Parece que fue ayer cuando estaba en la funeraria velándola y, sin darme cuenta, resulta que ahora estoy sentado frente a mi computadora escribiendo este post ¿Cómo podría resumir lo que ha sucedido en este mes?, está difícil esa pregunta. Las cosas han sido muy agitadas para mí y justo cuando más quería detenerme, me tocó seguir adelante. Obligaciones como terminar la universidad, escribir el guión y apoyar a mi familia, me han ayudado, de forma indirecta, a sobrellevar el dolor.

Aunque todo ha vuelto a la "normalidad", todavía no me acostumbro al día a día. Los lugares, la gente, la comida: todo sigue igual, pero hay algo extraño en el ambiente. Es raro ver como pierdes a un ser querido y al día siguiente tienes que levantarte y seguir con tu rutina como si nada hubiese sucedido. Para bien o para mal, el tiempo no se detiene cuando pierdes a alguien: el sol sigue saliendo, los profesores te miran igual, tus amigos cumplen años y todo parece marchar como si nada hubiese cambiado. Uno puede sentirse solo, estancado y perdido, pero la vida te obliga a seguir adelante. Así, empujado por responsabilidades y sin que uno se dé cuenta, volvemos a entrar en la rutina. Lo que nos aturde es que nos levantamos a la misma hora, hacemos lo de siempre y, aunque todo parezca igual, siempre habrá algo diferente: un algo que nunca podrémos cambiar. Al principio parece insoportable, ese aire extraño en el ambiente nos aturde y persigue, pero poco a poco empezamos a lidiar con él, hasta convertirlo en parte de nuestra vida. De esta forma, esa grieta oscura e insondable que se abre en nuestra alma, poco a poco se va convirtiendo en una cicatriz con la cual aprendemos a vivir...

Todos estamos concientes de lo sorpresiva de la muerte y, aunque nadie quiere que le llegue su hora, lo cierto es que la parca está allí: esperándonos en 5 segundos o 50 años. Sí, es aterrador verlo de esa forma, pero así es la vida. Algún día moriremos y el mundo no se parará por esto. La vida es efímera y sólo cuando perdemos a alguien nos damos cuenta de dicha realidad. De más está decirles que vivan cada día como si fuese el último, como bien dijo el poeta: La muerte es la máxima libertad y, al mismo tiempo, la máxima prisión.