domingo, agosto 14, 2005

¿Quiénes somos?

Todos, en algún punto de nuestra vida, nos hemos preguntando quiénes somos en realidad. Muchos podrían responder que se conocen a la perfección, otros darían un concepto relativamente "acertado" sobre sí mismos, pero... ¿hasta qué punto llegamos a conocernos? Los humanos somos los seres más contradictorios que existen sobre la faz de la tierra; podemos matar por amor, crear a partir del odio y realizar miles de acciones totalmente paradójicas desde cualquier punto de vista. Muchas veces no entendemos qué hacemos, simplemente lo "sentimos" -en parte, por eso siempre sostengo que los sentimientos son la única verdad de los seres humanos.

Partiendo de la tesis de que los sentimientos son nuestra verdad, ¿realmente somos lo que podemos llegar a sentir? Un asesino puede dejar serlo por amar a alguien; de igual forma, un alma "noble y pura" puede convertirse en el peor de los criminales, cegado por los celos y la locura del amor. Me atrevería a decir que vamos por la vida como marionetas, actuando por sentimientos que nos mueven pero nunca llegamos a comprender ¿Qué demonios son nuestros impulsos?, nadie podría explicarlos. ¿Cómo explicar el amor? ¿Qué descripción podría abarcar al odio?, ninguna. Son como una reacción química que entendemos, analizamos, pero no podemos controlar de ninguna forma. Nadie, por más erudito que sea puede dejar de sentir.

Si los sentimientos nos impulsan y el cerebro nos controla: ¿cuál parte es la que tiene más influencia en nosotros? Muchas personas son consideradas cerebrales, otras sentimentales, no obstante, nadie puede determinar como alguien actuará en una determinada situación. Más de una vez hemos visto como la persona que considerábamos súper cerebral termina perdidamente enamorada y cometiendo locuras; lo mismo sucede con esos sentimentalistas que terminan actuando de la forma más fría posible. Todos estamos sometidos al lente de los sentimientos y sólo a través de ese lente podemos ver quienes somos realmente y lo que somos capaces de hacer.

¿Estamos atados a nuestros sentimientos?, para bien o para mal, diría que si; lo que no están atadas son nuestras acciones. El ser humano es movido por la lógica y las pasiones -dos fuerzas en constante contradicción, vale la pena acotar-, ambas puedes ordenar lo que sea pero sólo el corazón -esa parte sabia de nuestro cuerpo, aquella donde reside el alma- es la que tiene la última palabra de nuestras acciones. Él determina lo que somos, y aún más importantes, lo que podemos llegar a ser.

martes, agosto 09, 2005

La amistad, los noviazgos y otros títulos

Por vez número mil, tarde pero seguro, he vuelto. Después de haber pasado por un par de celebraciones pos-cumpleaños y una semana llena de bodas, aquí estoy. En tiempo de ausencia he conseguido un par de temas para hablar, entre ellos, están los "títulos" del noviazgo y el matrimonio.

Cuando analizamos en frío la conducta humana, podemos ver que todas las relaciones y demás "compromisos" están basados en actos meramente simbólicos. Empezando por el dinero, pasando por la amistad y terminando en el matrimonio; todo en esta vida es netamente representativo. Tú casa te pertenece sólo porque un "papel" así lo dice, lo mismo con el "título" de estudiante cuando te gradúas y ni hablar de la cedula de identidad. Nacemos y lo primero que hacen es sacarnos la partida de nacimiento; de igual forma, al morir, inclusive, antes de enterrar alguien, primero se debe sacar la bendita acta de defunción. Como podrán ver, no hay que ser muy erudito para darse cuenta que todo en esta vida empieza y termina con un papel... si hablamos en el marco legal, claro está.

Alejándonos un poco del ámbito del "papel", todas las relaciones básicas de los seres humanos -véase la amistad, el noviazgo y el matrimonio- están basadas en promesas, en contratos simbólicos que se firman mediante la palabra y sólo se hacen validos con las acciones. El problema radica en que hemos puesto el título por encima de la actitud; todo gracias a esa necesidad enfermiza de los humanos por poseer; por ese deseo malsano de poder usar el adjetivo posesivo "mío" antes del título que se le asigne a un ser querido. Es precisamente el bendito "título" el que daña las relaciones y corrompe los cimientos de lo único que es puro en los seres humanos: los sentimientos.

Dos personas pueden amarse hasta la medula, caminar agarrados de manos, imaginar una vida juntos, pero aún así no son nada hasta que alguno de los dos pronuncie las palabras mágicas: ¿Quieres ser mi novia? -y cito el ejemplo en femenino por ese cliché barato de que el chico debe hacer siempre la famosa propuesta-. ¿Acaso el título de novios es realmente necesario para que dos personas se amen y sean felices?, no lo creo. Además, el problema no radica en si se otorga o no un título a una relación, total, ser novios es una actitud; la cuestión está en que, la mayoría de las veces, le dejamos todo al título. Sin ir muy lejos, todos nos hemos dado cuenta como al principio de una relación las dos personas dan lo mejor de si, basta que sean novios, que todo se "consolide", para que bajen la guardia y dejen el romance a un lado.

Sin darnos cuenta, en la mayoría de las relaciones, le hemos dejado todo al título. Una vez que obtenemos el tan preciado adjetivo posesivo sobre nuestros seres queridos, nos olvidamos de ellos dando por sentado que "el ya sabe que es mi amigo y que lo quiero". El peor de los casos es cuando se mantienen las relaciones por el famoso titulito; esas típicas historias de "llevo varios años con mi novio y ya no puedo dejarlo". Aún más nefastas son esas amistades que duran años por costumbre, más que por méritos.

No sigamos viviendo entre títulos, empecemos a portarnos como amigos y novios de verdad. Recordemos que todo en esta vida, más allá del compromiso, es cuestión de actitud. Seamos merecedores de los títulos que nos han otorgado y, lo más importante, correspondamos el cariño y las responsabilidades que acarrea el ser amigo o pareja de alguien.

"El poseer no existe, existe solamente ser" Franz Kafka

martes, agosto 02, 2005

Los pecados capitales: ¿Un absurdo?

Muchos de mis amigos y allegados conocen perfectamente mi postura heterodoxa hacia la religión cristiana. Creo en Dios, rezo todos los días antes de dormir pero estoy en desacuerdo con cientos de cosas que la iglesia hace hoy en día... no soy el único que piensa así. En los últimos años se ha venido incrementado la población que está "en contra" de la iglesia pero a favor de la religión. El punto de este post no tiene que ver con mis posturas religiosas pero si tienen que ver con el tema en cuestión. Antes de empezar, quisiera disculparme de antemano con cualquier fanático o seguidor acérrimo del catolicismo que frecuente mi blog.

Este ensayo, teoría sin sentido, disparate, o como quieran llamarlo, viene acechándome desde hace mucho tiempo y por fin me he decidido a escribirlo. Todos, sin importar nuestra religión, hemos escuchado hablar sobre los 7 pecados capitales: avaricia, envidia, gula, ira, lujuria, pereza y soberbia. "Acuñados" por Santo Tomás de Aquino -que buscaba puntualizar cuales eran los sentimientos que corrompían el alma de los seres humanos-, los 7 pecados capitales, se han vuelto tan "sagrados" como cualquier palabra escrita en la Biblia. En teoría, todos sabemos que es "malo" sentir envidia, ira, soberbia, entre otros, pero... ¿Se es realmente un pecador por sentir, dicho sea de paso, estos sentimientos?

Vamos caminando por la calle, una persona atractiva nos pasa por al lado y nos sonríe: ¿es realmente un pecado que tengamos un "mal" pensamiento al respecto?, no lo creo. Me niego a creer que Dios me castigará y me demonizará por sentir "cosas" cuando veo a una persona que me atrae; mucho menos cuando me deprimo y empiezo a comer por comer; ni hablar de los ataques de ira que todos sufrimos a diario cuando estamos enfrascados en algún embotellamiento. Es imposible que una religión busque eliminar nuestros impulsos, más difícil aún que nos castigue por sentir cosas. Nadie puede dominar lo que siente, mucho menos lo que piensa o dejar de pensar. Podemos controlar nuestras acciones pero nunca podremos dominar nuestros sentidos.

Para mis usos personales, una religión o ley que intente anular nuestros impulsos y sentimientos no es más que un sin sentido. Si bien es cierto que los 7 sentimientos que reúnen los pecados capitales no son los más "loables" que tenemos los seres humanos, también es cierto que es ridículo que se castigue a alguien por sentirlos. En mi modesta opinión, los 7 pecados capitales son los que definen al ser humano: todos, desde curas hasta asesinos en serio, hemos sentido alguna vez o en repetidas ocasiones un poco de envidia por la suerte de otros -sobre todo cuando esa suerte es injusta-, de igual forma, nos hemos atragantado comiendo hasta más no poder, hemos sentido bajas pasiones, ¿quién no quiere tener más dinero del que tiene?, más de una vez le hemos salido con una patada a alguien, ni hablar de los ataques de ira que se pueden llegar a sentir frente a una injusticia y, no podía faltar, la pereza de levantarnos día a día para ir a un trabajo que detestamos.

Si mi esposa sale en mi noche de bodas con un traje de cuero, un látigo y vestida muy sexy, ¿soy malo por querer hacerle el amor hasta más no poder?; ¿acaso Dios me odia cada vez que me deprimo y devoro cientos de chocolates?; ¿Dios se ofende cada vez que toco corneta en una cola?; ¿es realmente malo que haya días en que me de fastidio ir a la universidad?, yo pienso que no. Dios nos dio la facultad de pensar, de sentir, de existir. Es totalmente absurdo que se quiera castigar a alguien por hacer lo único que nos convierte en seres humanos: sentir.

En nuestros tiempos, la religión se ha ido a pique por perder aquella "nobleza" del ideal que, en teoría, profesaban. Las iglesias fueron creadas para orientar, para guiar a los seres humanos, no para castigarlos e imponerles normas sin sentido que ni siquiera el ente rector cumple. Por convertirse en "el opio de la sociedad" -citando a Marx- y por querer dominar el mundo, la religión se ha vuelto la empresa más vil creada alguna vez por un ser humano... pero eso ya es harina de otro costal, puede que otro día les exponga mis concepciones sobre la religión. Gracias a Dios no estoy en la edad media, sino, hace años me hubiesen quemado en la hoguera.