sábado, marzo 31, 2007

Semana Santa: ¿Una efeméride en descenso?

La aplicación del Tiempo a una Sociedad, como en una ecuación química, genera una transformación que termina por destruir o perpetuar naciones, gobiernos y fiestas. Esta última reacción es el motivo de este post. El pasar de los años en un país, a veces, hace que las efemérides cambien de significado o popularidad (como es el caso de algunas fechas patrias en este país). En ocasiones, este cocktail extravagante crea nuevos días en el calendario para celebrar (como el caso de Halloween, que ahora es una especie de segundo Carnaval). La acción perniciosa o milagrosa del tiempo pone en acción aquello que Proust llamó el caleidoscopio de la sociedad -en donde un elemento que está en un lugar termina recorriendo diferentes sitios hasta volver a su posición original, en una eterna rotación.

Cuando era pequeño, recuerdo que mi abuelita me llevaba a visitar los 7 templos, en mi casa cocinaban pescado y organizaban una comida donde se preparaban 7 platos. En mi memoria están grabadas iglesias abarrotoadas de gente, películas de religiosas en todos los canales, silencio en las calles y oración en el hogar. Ahora, la realidad es totalmente diferente. Semana Santa, o Semana Zángana -como muchos la llaman-, se ha convertido en cualquier cosa menos una fecha de recogimiento espiritual. No soy para nada religioso, muchos me consideran ateo y soy de esos anárquicos que están en contra de la iglesia, pero me parece extraño como una fecha Santa, que no debería estar sujeta a la moda, ha perdido tanta popularidad en los últimos años.

Es curioso que el mundo se caiga a pedazos y las iglesias estén vacías. Sí, Semana Santa es necesaria para descansar, pero poco sentido le veo a una efeméride para cultivar el alma y que termina desarrollando la vagancia o los vicios. Las cifras de muertos se disparan, los choques están por doquier, el consumo de alcohol se eleva, las playas saturadas... no sé, definitivamente Jesús nos amaba demasiado... demasiado. Sé que Dios no inventó aquella cosa de comer pescado, visitar iglesias, rezar y guardar ayuno. Yo prefiero pensar que cada uno puede encontrar su forma de honrarlo, de hacer algo o privarse de algo en esta fecha para conmemorar el día donde alguien, sea el hijo de Dios o no, sufrió las más terribles penurias por el bien de la humanidad. Sea divino o no, creo que Jesús merece su efeméride. Después de todo, murió por un ideal y esto lo eleva automáticamente por encima de la mayoría de los hombres.

Está claro que tener sexo en Semana Santa no condenará nadie al infierno; de igual forma ningún ser humano ha ido preso por cuestiones éticas como reír en un funeral o robar a los padres sin que ellos lo sepan. Pero como la ética es algo tan individual, queda de parte de cada quien qué está bien hacer y que no. Yo no iré a la iglesia, esto lo hago por convicción, pero tampoco iré a Burger King, no me prostituiré en la playa e intentaré no perderme en el ritmo de calor, sudor, bailando reguetton. Utilizaré estos días para grabar mi corto sobre un suicida que odia al mundo. Ese es mi regalo para Dios -o quien sea que esté allá arriba- y para aquél señor que hace sopotocientos años llevo más golpes que Rocky para que nuestro decadente futuro le pagase con sexo, drogas y rock n' roll. ¿Ustedes que harán? (o ¿qué hicieron?, ya que el 70% de mis lectores debe estar de viaje =p)

sábado, marzo 24, 2007

Largo, pero bueno

¡Hola a todos!, aquí les dejo un poema de Bertolt Brecht. Parece larguísimo, pero está escrito en prosa y es fácil de leer. La apariencia casi infinita del mismo es porque transcribí los versos del libro respetando el formato original, de escribirlo corrido sería menos de una cuartilla. Más allá de ser un poema, es una excelente historia. Léanlo (así sea por consideración al esfuerzo que hice al transcribirlo todo) ¡Saludos!

La sandalia de Empédocles

1

Cuando Empédocles de Agrigento
hubo logrado los honores de sus conciudadanos
-y los achaques de la vejez-
decidió morir. Pero como
amaba a algunos y era correspondido por ellos,
no quiso anularse en su presencia, sino que prefirió
entrar en la Nada.
Los invitó a una excursión. Pero no a todos:
se olvidó de algunos
para que la iniciativa pareciera casual.
Subieron al Etna.
El esfuerzo de la ascensión
les imponía el silencio. Nadie dijo
palabras sabias. Ya arriba,
respiraron profundamente para recuperar el pulso normal,
gozando del panorama, alegres de haber llegado a la meta.
Sin que lo advirtieran, el maestro los dejó.
Al empezar a hablar de nuevo, no notaron
nada todavía; pero, a poco,
echaron de menos, aquí y allá, una palabra, y le buscaron
por los alrededores.
Él caminaba ya por la cumbre
sin apresurarse. Sólo una vez
se detuvo: oyó
a lo lejos, al otro lado de la cima,
cómo la conversación se reanudaba. Ya no entendía
las palabras aisladas: había empezado la muerte.
Cuando estuvo ante el cráter
volvió la cabeza, no queriendo saber lo que iba a seguir,
pues ya no le atañía a él; lentamente, el anciano se inclinó,
se quitó con cuidado una sandalia y, sonriendo,
la arrojó unos pasos atrás, de modo
que no la encontraran demasiado pronto, sino en el
momento justo,
es decir, antes de que se pudriera. Entonces
avanzó hacia el cráter. Cuando sus amigos
regresaron sin él, tras haberle buscado,
a lo largo de semanas y meses, poco a poco, fue creándose
su desaparición, tal como él había deseado. Algunos
le esperaban todavía, otros
buscaban ya explicaciones. Lentamente, como se alejan
en el cielo las nubes, inmutables, cada vez más pequeñas, sin
embargo,
sin dejar e moverse cuando no se las mira y ya lejanas
al mirarlas de nuevo, acaso confundidas con otras,
así fue él alejándose suavemente de la costumbre.
Y fue naciendo el rumor
de que no había muerto, puesto que, se decía, no era mortal.
Le envolvía el misterio. Se llegó a creer
que existía algo fuera de lo terrenal, que el curso de las cosas
humanas
puede alterarse para un hombre. Tales eran las habladurías
que surgían.
Mas se encontró por entonces su sandalia, su sandalia de
cuero,
palpable, usada, terrena. Había sido legada a aquellos
que cuando no ven, en seguida empiezan a creer.
El fin de su vida
volvió a ser natural. Había muerto como todos los hombres.

2

Describen otros lo ocurrido
de forma diferente. Según ellos, Empédocles
quiso realmente asegurarse honores divinos;
con una misteriosa desaparición, arrojándose
de modo astuto y sin testigos en el Etna, intentó crear la
leyenda
de que él no era de especie humana, de que no estaba
sometido
a las leyes de la destrucción; pero, entonces
su sandalia le gastó la broma de caer en manos de sus
semejantes.
(Algunos afirman, incluso, que el mismo cráter, enojado
ante semejante propósito, escupió sencillamente la sandalia
de aquel degenerado bastardo.) Pero nosotros preferimos
creer
que si realmente no se quitó la sandalia, lo que debió ocurrir
es
que se olvidaría de nuestra estupidez, sin pensar que
nosotros
en seguida nos apresuramos a oscurecer aún más lo oscuro
y antes que buscar una razón suficiente, creemos en lo
absurdo. Y la montaña, entonces
-aunque no indignada por aquel olvido ni creyendo
que Empédocles hubiera querido engañarnos para alcanzar
honores divinos
(pues la montaña ni tiene creencias ni se ocupa de nosotros),
pero sí escupiendo fuego como siempre-, nos arrojó
la sandalia, y de esta forma sus discípulos
-que ya estarían muy ocupado husmeando algún gran
misterio,
desarrollando alguna profunda metafísica-
se encontraron, de repente, consternados, con la sandalia del
maestro entre las manos;
una sandalia de cuero, palpable, usada, terrena.

Poemas y canciones,
Bertolt Brecht

jueves, marzo 15, 2007

Reflexión de la semana: 15/03/07

¡Hola a todos! Aunque ya estoy de vacaciones, estoy ocupado como nunca. Hace un par de semanas, después de mucho tiempo de espera, comencé el rodaje de mi segundo cortometraje: Suicidios C.A. Por eso he estado perdido de acá, pero no crean que los he olvidado. Espero terminarlo todo para Semana Santa y volver a la carga con el blog.

"... comprendí que no es sólo el mundo físico el que difiere del aspecto en que lo vemos; que toda realidad es acaso tan desemejante de la que creemos percibir directamente, como los árboles, el sol y el cielo serían por completo diferentes de lo que son si fuesen conocidos por seres dotados de ojos constituidos diferentemente que los nuestros o que poseyesen para ese menester otros órganos que no fuesen los ojos y que diesen otros equivalentes no visuales de los árboles, del cielo y del sol. [...] ¿Ocurría lo mismo en todas las relaciones humanas? ¿A qué desesperación podría llevarme esto un día si ocurría lo mismo en el amor? Ése era el secreto del porvenir"

El mundo de Guermantes,
Marcel Proust







Saludos desde el set

domingo, marzo 04, 2007

Consideraciones personales acerca de la traición...

En el top ten de las palabras más detestadas y que más daño causan a las personas, casi de primera y como antesala al resto de la lista, se encuentra la traición. A simple vista, su uso parece reducirse a términos como amistad, amor, país e ideales, pero la mentada expresión va mucho más allá, llega hasta confines que sólo aquel que la practica puede explorar. Muchos pensarán que son inmunes a ella, puede que para unos cuantos sea impracticable en ámbitos que para otros es natural, pero la verdad es que todos, en algún punto de nuestra vida, hemos traicionado a alguien o, en el peor de los casos, a nosotros mismos.

Según el diccionario, traición es la falta de lealtad que se debe tener por algo o alguien que deposito su fe en nosotros... Partiendo de esto, la palabra en cuestión sólo parece englobar a los demás y excluirnos a nosotros mismos. ¿Esto es posible?, no lo creo.
La verdadera naturaleza corrosiva de la traición sólo puede ser percibida por aquel supuesto cobarde que por un instante es valiente (hablo de una valentía extraña, incomprensible para aquel que es incapaz de practicarla, algo parecido al suicidio), observa todo lo que ha defendido por tanto tiempo y decide, con pesar, darle la espalda para entregarse a un momento, una palabra o a una acción que destruye por completo lo anterior. Por ende, el verdadero traidor, al igual que un asesino, está condenado por siempre a vivir con una doble cruz: la suya (por haberse traicionado a si mismo) y la de la persona o ideal que destruyó. Es el acto de flagelación máximo por recibir la peor condena: el tormento eterno de los demonios internos.

¿Qué tan fácil es traicionarnos a nosotros mismos? ¿Es sencillo traicionar a los demás? Las preguntas, al igual que las respuesta, varían dependiendo del enfoque. Para muchos es inaceptable fallarle a una pareja, otros prefieren sacrificar primero a un amigo antes que a ellos mismos. ¿Quién define qué es fallar o no? ¿Hasta que punto una mentira blanca no nos hace traidores? ¿Es aquel que miente por el bien de un ser amado un traidor? No existe una respuesta universal para esto. El único y mejor juez para determinar qué es traición y qué no es nuestra conciencia.

Todo en la vida es efímero: la confianza, el amor y la amistad, tardan años en nacer y se destruyen en segundos. La traición, en cambio, posee esa extraña cualidad de dilatar el tiempo de sufrimiento, acortar el tiempo de reacción para actuar y una vez echada las cartas sólo queda en nuestras manos el seguir viviendo bajo su yugo o no. Al igual que un conjuro que para ser destruido debe ser recitado al revés, para acabar con ella se debe tener el mismo valor que se tuvo para ejecutarla: hay que tomarla entre nuestras manos, ver en ella nuestro reflejo y afrontar las consecuencias del engaño. Para eso se necesita valentía... Por eso, a veces, los mayores valientes son aquellos que por su propia voz conocemos como traidores, honor que muy pocos pueden aspirar con la frente en alto.

¿Sabes cuál es la verdadera naturaleza de la traición? Que es traidora, que traiciona incluso a aquel que traiciona, y no tiene confines, como la sombra sobre el paisaje, empiezas por traicionar un amor, o un leve cariño, quiero decir, una cosa de nada, un gato por ejemplo, y acabas por llegar a ti mismo, pero tú no sabías que acabarías por llegar a ti mismo, pues entonces no hubieras dado el primer paso, y en cambio ese paso precisamente, una cosita de nada, que tan insignificante te parecía, se ha convertido en una catástrofe, en un aluvión, la riada te arrastra, tú braceas, braceas, no se puede nadar en la riada... ¿Me comprendes?"
Tristano muere, Antonio Tabucchi

PD: Pido disculpas a los lectores asiduos de mi blog por repetir la cita, pero -para mis efectos personales- es la mejor que tengo para este tema.