jueves, julio 05, 2007

La elíptica calidad frívola

El primer largometraje de Eduardo Arias-Nath narra de forma paralela y atemporal la historia de Sebastián Castillo (Edgar Ramírez) y Galo Vidal (Erich Wildpret), dos amigos que se encuentran en la cúspide -y declive- de sus carreras. Bajo una estética vanguardista, y apadrinada por la 20th Century Fox, Elipsis se vende a sí misma como la película inteligente que jamás pudo ser.

Un guión desordenado y artificioso apuesta al juego sucio de los dobles espejos para desconcertar al espectador y despertar interés en una historia carente de sentido. El valor literario del film es inexistente, su esencia está plagada de diálogos desabridos, groserías innecesarias, personajes superfluos y situaciones inverosímiles. Su construcción anacrónica no puede justificarse a sí misma y la resolución del conflicto que propone parece un chiste de mal gusto.

Las actuaciones son completamente planas, todos los intérpretes se limitaron a repetir sus líneas –que eran pobres per se- sin ninguna clase de emoción. Edgar Ramírez no hizo justicia a la fama que le precede y Erich Wildpret le imprime un poco de fuerza a un personaje incongruente cuya condición homosexual parece un antojo del guión. Por si fuera poco, y por mero capricho estilístico, casi todas las escenas están abarrotadas por las luminarias de la farándula del país ejerciendo el humilde papel de extras. Sin duda alguna, la sensación fue Coyote (Seu Jorge), el único personaje creíble de toda la absurda trama.

Pero no todo estuvo perdido. La fotografía del film es memorable, Alejandro Wiedemann hizo una manejo excelente de la iluminación y cuidó la profundidad de campo en cada toma. Este acierto también debe atribuirse a la impecable dirección de arte que, con sus decorados llenos de detalles y a veces minimalistas, cumplió con los cánones que exige el grabar en video. La música no se queda atrás, el audio de la película estuvo a la altura de la producción. En líneas generales, el maquillaje y efectos especiales lucieron acordes con la propuesta visual del largometraje (aunque la marca en la frente de Sebastián dejó mucho que desear).

El ritmo trepidante que el director le imprime a la película durante sus primeros minutos va decayendo lentamente. Las elipsis, principal atractivo visual del film, terminaron destruyéndolo. La masturbación intelectual de Arias-Nath –escondida bajo diálogos forzados y una propuesta visual que le quedó grande- llega a su punto cumbre cuando dedica una escena exclusivamente para hablar –y explicar-, en boca de Galo, su primer cortometraje. A pesar de sus errores, Elipsis fue buen intento por hacer un cine diferente en Venezuela. Concentrado en una estética Hollywoodense y un guión nefasto, Arias-Nath olvidó algo que sus predecesores –carentes de tecnología y comercialización- nunca han omitido: más vale fondo que forma. Después de todo, la verdadera fuerza del séptimo arte reside en las historias que son capaces de mover al espectador y al mundo.

PD1: Si, una vez más, soy bastante ácido. La primera vez que vi la película me gustó (salvo su final... inexplicable, claro está), pero a la segunda proyección se me hizo insoportable. Como la reseña de 13 segundos, esta crítica fue para una asignatura de la universidad.

PD2: Nolo me pidió que hiciera algo de publicidad al nuevo y sofisticado servicio (del cual soy un orgulloso y feliz usuario) que está promocionando:



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