viernes, marzo 24, 2006

La creación: ¿En manos de el Destino?

Casi nunca acostumbro hablar de mí en el blog. Desde que abrí Blue Fields me propuse que escribiría con el único propósito de aportarle algo "interesante" a mis lectores, por eso muy pocas veces ocupo un post para hablar de mi vida. En la mayoría de mis publicaciones sólo me limito a contarles algo de mis proyectos (sólo a manera de introducción al tema) y, sin muchos rodeos, entro en materia. Pero hoy es diferente, me siento frustrado y quisiera compartirlo con ustedes, después de todo, tal vez alguno se sentirá identificado conmigo y así cumpla con mi objetivo de dejarles algo en que pensar.

Anoche, mientras organizaba mis archivos de la computadora, borré la carpeta donde estaba todo lo que he escrito. No soy un neófito con las computadoras (de hecho, iba a estudiar ingeniería en sistemas porque me considero diestro con ellas), no me pregunten qué sucedió, lo cierto es que sin darme cuenta borré mis archivos. Creo que todo pasó cuando mudaba archivos de una carpeta a otra y borraba las carpetas que, en teoría, estaban vacías. En fin, no vale la pena entrar en detalles, a estas alturas del juego no tiene sentido cavilar al respecto: la realidad es que quedé sin nada. Intenten imaginar mi crisis. Son las 4:00Am, estaba a punto de irme a dormir y zas sucede esto. Por un segundo me sentí desnudo, perdido y tan aturdido que pensé que moriría de un infarto por la rabia que tenía. Dolor, frustración, impotencia, rabia, una vorágine me carcomía y me dejaba totalmente indefenso.

No podía imaginarme comenzando a reescribir todo; cientos de páginas de guiones, cuentos, novelas, ensayos e ideas se fueron al infierno. Después de tener más de 9 años escribiendo, tener que arrancar desde cero es imposible. Sé que a todos nos toca en algún punto de nuestra vida comenzar de nuevo algo: una relación, un trabajo, una vida en otro país, etc. Pero para un escritor perder su obra es como un disparo en el corazón; algo parecido a morir y reencarnar en otro cuerpo donde tus recuerdos sean intangibles, en una vida donde pierdes la identidad, la memoria y todo lo que eres. Lo peor es que podría volver a escribir muchas cosas, pero nunca sería lo mismo. Al descubrir esa aterradora verdad, llegué a una de las conclusiones más espantosas sobre el arte de la creación: todo depende del Destino.

Cada noche, cada circunstancia, cada letra, cada coma, es irrepetible. Este post no sería el mismo si lo hubiese escrito 3 horas antes, así hubiera querido expresar las mismas ideas. Con esto quiero demostrarles que todo nuestro arte -música, novelas, pinturas, cine, por nombrar algunas ramas- es meramente casual. Sí, el talento es importante, como diría Borges, a la hora de escribir todo se resume en: 99% técnica y un 1% de inspiración. El problema está en que sin ese 1% de inspiración, sin esa casualidad que nos mueve a hacer algo, la técnica queda obsoleta. Una obra de arte se compone de momentos de la vida del autor, de situaciones irrepetibles que captó de alguna forma y transformó en algo único. Si revisamos la historia de los grandes artistas, la mayoría se vieron impulsados a trabajar en sus obras por mera casualidad: un sueño, una escena que vieron en algún sitio, una conversación que escucharon accidentalmente, una sensación que les produjo un sabor, una persona que tropezaron en la calle, etc. Debe ser por esto que el arte se asocia con lo divino: porque aunque el artista trabaje en una obra, siempre hay una fuerza que no comprende que lo empuja hacia ella.

Gracias a Dios (sea el Destino, la casualidad, Buda o los extraterrestres), hace poco conseguí una especie de back up que hice hace como 2 meses de mis archivos escritos. El alivio que sentí fue infinito, pero no puedo evitar sentirme mal por perder 2 meses de trabajo. En las últimas semanas me había dedicado a escribir 3 horas diarias una idea en la que había volcado todas mis esperanzas... Tal vez nunca se vuelvan a dar las condiciones para volver a escribir lo que escribí; probablemente, si las condiciones se dan y los pensamientos vuelven, no podré plasmar lo mismo que plasmé en las líneas que perdí. Mi único consuelo, además de haberlo recuperado casi todo, es que todo pasa por algo. Nunca sabré que sucedió esa noche, mucho menos si fue para bien o para mal. Lo hecho, hecho está. Aunque perdí una parte de mí, las líneas que escribí -y ahora pertenecen a la nada- me ayudaron a conocerme a mi mismo. Así no pueda recordar muchas cosas puntuales, sé que mi historia está allí, en alguna parte de mi corazón, esperando ser escrita y observándome en silencio, como a veces deberían quedarse algunas líneas que uno escribe... en silencio.

"La impotencia es la cara oculta de la creación"
Eduardo Liendo, Los platos del diablo