miércoles, junio 14, 2006

¿Y al final...?

Hace exactamente 2 horas terminó el segundo conato de Fin del Mundo. El primero, como todos lo conocen, fue el famoso 6 de junio. En esta fatídica fecha más de uno jaló el gatillo o saltó de una azotea por miedo de ver a Abaddón en el cielo; el sector ateo o más relajado se fue al cine a ver La profecía; otros, un poco más religiosos, pasaron el día entero en sus casas rezando o arrepintiéndose de sus pecados; unos cuantos, tan religiosos como los anteriores, de seguro sacrificaron algún animal para bañarse en su sangre y esperar la llegada del anticristo. Para bien o para mal, las manecillas marcaron las 12:00Am del 7 de junio y todo siguió igual… Pero el peligro no terminaría allí, muchos sostenían de forma vehemente que el 6 sólo sería el comienzo, pues el verdadero final sería este martes 13. Así, entre temor y escepticismo, la semana transcurrió volando hasta que llegó el supuesto día del Juicio Final. Muchos optimistas de la fatalidad quedaron de brazos cruzados por segunda vez pues, como era de esperarse, el fin nunca llegó. Hoy, a 3 horas del supuesto Apocalipsis, la tierra sigue girando como si nada…

Desde que el mundo existe los profetas se han encargado de vaticinar el final de los tiempos. No conozco todas las historias sobre el Apocalipsis, pero desde que tengo uso de razón he escuchado decenas. En teoría, el fin llegaría en el año 1999: nada sucedió. Luego el cielo se abriría en dos con la llegada del año 2000: no pasó nada. Algunos puristas señalaban que todavía no terminaba el milenio, así que viviríamos el Juicio Final en el año 2001: una vez más, el mundo giró y giró… Así como estos, hubo decenas de conatos aislados (el Hercólobus -¿Quién no recuerda esa historia?-, el eclipse de sol, el eclipse lunar, el Y2K). Y así llegamos al nefasto 6/6/6, una fecha donde el fin era inminente y, al final, la única noticia de preocupación fue que nació un bebe a las 6pm con 6 dedos en manos y pies… ¿será el anticristo? No lo sé, pero apuesto que por nacer a esa hora y con todos esos indicios, probablemente, la sociedad lo haga ser el anticristo. Para resumir cuentas, a mi escasa edad he sobrevivido a 7 -¿o más?- posibles fines del mundo, y ¿qué he obtenido?: nada.

Sé que son bobadas, pero no puedo evitar pensar qué sería de mí si de verdad los 4 jinetes del Apocalipsis (no hablo de los canales de televisión; me refiero a jinetes que salen en la Biblia) hubiesen bajado del cielo y el Juicio Final hubiese sido una realidad tangible. Mi preocupación no era por ver el cielo rojo y partirse en dos, mucho menos por saber si iba al infierno con Mefistófeles o al cielo en compañía de San Pedro; lo que realmente me perturbaba era verme sin futuro. Más allá de morir, me aterraría saber que nunca podría rodar mi primera película, escribir una novela, enamorarme como la primera vez, abrazar a mis amigos y familiares ni ver un atardecer atiborrándome de chocolates. Teniendo el fin del mundo en las narices, añorando un futuro que nunca será, no podría evitar volver atrás y analizar qué fue lo que hice con mi vida.

Y así, pasándome la película, cuestionando mi existencia, llegué a la siguiente pregunta: ¿y si ahora se acaba mi mundo… quién fue Luis Bond? Las respuestas que conseguí fueron muy interesantes: he hecho, he sentido y he luchado por muchas cosas que casi a diario ignoro y que de sólo recordarlas me darían fuerzas para vivir 100 años más. Por un instante me sentí orgulloso de mí mismo, pero la magia terminó cuando me pregunté qué cosas pude hacer y no hice. Allí todo se complico: demasiados asuntos pendientes, de nombrarlos la lista sería infinita. No hablo de cambiar al mundo, hablo de pequeños detalles que, justo por ser pequeños, uno ignora y deja pasar; detalles que hacen nuestra vida aunque no lo veamos así. Puede que el mundo nunca acabe, pero los humanos estamos condenados desde que nacemos a morir. El verdadero fin del mundo es para cada uno de nosotros cuando la Parca llega y, lastimosamente, nadie puede predecir esa fecha. Por eso (y me disculpo por el lugar común) hay que vivir cada día como si fuese el último, como si el fin fuese ahora. No hablo de volverse loco, mucho menos de vivir en una carrera contra el tiempo. Hablo de sentir, de detenerse a disfrutar el amanecer, de abrazar a la gente que queremos, de darnos el lujo de dormir 5 minutos más, de disfrutar una buena película, de perdernos en un buen libro, de cantar nuestra canción preferida: hablo de vivir, pero de verdad.