domingo, marzo 04, 2007

Consideraciones personales acerca de la traición...

En el top ten de las palabras más detestadas y que más daño causan a las personas, casi de primera y como antesala al resto de la lista, se encuentra la traición. A simple vista, su uso parece reducirse a términos como amistad, amor, país e ideales, pero la mentada expresión va mucho más allá, llega hasta confines que sólo aquel que la practica puede explorar. Muchos pensarán que son inmunes a ella, puede que para unos cuantos sea impracticable en ámbitos que para otros es natural, pero la verdad es que todos, en algún punto de nuestra vida, hemos traicionado a alguien o, en el peor de los casos, a nosotros mismos.

Según el diccionario, traición es la falta de lealtad que se debe tener por algo o alguien que deposito su fe en nosotros... Partiendo de esto, la palabra en cuestión sólo parece englobar a los demás y excluirnos a nosotros mismos. ¿Esto es posible?, no lo creo.
La verdadera naturaleza corrosiva de la traición sólo puede ser percibida por aquel supuesto cobarde que por un instante es valiente (hablo de una valentía extraña, incomprensible para aquel que es incapaz de practicarla, algo parecido al suicidio), observa todo lo que ha defendido por tanto tiempo y decide, con pesar, darle la espalda para entregarse a un momento, una palabra o a una acción que destruye por completo lo anterior. Por ende, el verdadero traidor, al igual que un asesino, está condenado por siempre a vivir con una doble cruz: la suya (por haberse traicionado a si mismo) y la de la persona o ideal que destruyó. Es el acto de flagelación máximo por recibir la peor condena: el tormento eterno de los demonios internos.

¿Qué tan fácil es traicionarnos a nosotros mismos? ¿Es sencillo traicionar a los demás? Las preguntas, al igual que las respuesta, varían dependiendo del enfoque. Para muchos es inaceptable fallarle a una pareja, otros prefieren sacrificar primero a un amigo antes que a ellos mismos. ¿Quién define qué es fallar o no? ¿Hasta que punto una mentira blanca no nos hace traidores? ¿Es aquel que miente por el bien de un ser amado un traidor? No existe una respuesta universal para esto. El único y mejor juez para determinar qué es traición y qué no es nuestra conciencia.

Todo en la vida es efímero: la confianza, el amor y la amistad, tardan años en nacer y se destruyen en segundos. La traición, en cambio, posee esa extraña cualidad de dilatar el tiempo de sufrimiento, acortar el tiempo de reacción para actuar y una vez echada las cartas sólo queda en nuestras manos el seguir viviendo bajo su yugo o no. Al igual que un conjuro que para ser destruido debe ser recitado al revés, para acabar con ella se debe tener el mismo valor que se tuvo para ejecutarla: hay que tomarla entre nuestras manos, ver en ella nuestro reflejo y afrontar las consecuencias del engaño. Para eso se necesita valentía... Por eso, a veces, los mayores valientes son aquellos que por su propia voz conocemos como traidores, honor que muy pocos pueden aspirar con la frente en alto.

¿Sabes cuál es la verdadera naturaleza de la traición? Que es traidora, que traiciona incluso a aquel que traiciona, y no tiene confines, como la sombra sobre el paisaje, empiezas por traicionar un amor, o un leve cariño, quiero decir, una cosa de nada, un gato por ejemplo, y acabas por llegar a ti mismo, pero tú no sabías que acabarías por llegar a ti mismo, pues entonces no hubieras dado el primer paso, y en cambio ese paso precisamente, una cosita de nada, que tan insignificante te parecía, se ha convertido en una catástrofe, en un aluvión, la riada te arrastra, tú braceas, braceas, no se puede nadar en la riada... ¿Me comprendes?"
Tristano muere, Antonio Tabucchi

PD: Pido disculpas a los lectores asiduos de mi blog por repetir la cita, pero -para mis efectos personales- es la mejor que tengo para este tema.