miércoles, enero 31, 2007

Mudanza una vez más... ¡Regresando!

¡Hola a todos! No crean que me he perdido de nuevo y sin razón. Mi desaparición está plenamente justificada: organizaba mi mudanza a blogspot una vez más. Sí, luego de tantos rollos con WordPress, decidí regresar a mi antiguo domain, después de todo, ya estoy acostumbrado a postear acá y con esta cosa del beta el diseño del blog se simplifica muchísimo. Mi gran motivo para mudarme era el no poder clasificar mis post ni poder tenerlo todo ordenado por fechas; ahora, gracias a la tecnología de Blogger -valga la cuña-, por fin puedo tener toda la info como Dios manda.

Como podrán ver, he organizado todos mis posts por categorías y fecha, subí los que puse en el dominio anterior, arregle los links, medio actualice mi perfil y demás cosas que, aunque nadie note, me hacen feliz =p. Esto tomó bastante tiempo y entre la universidad, los cursos y demás cosas que no vienen al caso, la mudanza fue tan lenta como una compu con dial-up intentando ver un largometraje en youtube.com. Pronto estaré completamente de regreso, en 2 semanas salgo de la universidad y podrán leerme como debería ser -una vez por semana, como cualquier Magazine respetable. De momento, me despido con una cita decente que les devuelva el tiempo que gastaron en leerme y colocando mi fotico nueva para el perfil, ¡Saludos!

"Se ha dicho que el silencio es una fuerza; en otro sentido lo es, terrible, cuando está a disposiciónde aquellos que son amados. Acrece la ansiedad del que espera. Nada nos incita tanto a aproximarnos a un ser como lo que de él nos separa, y ¿qué muro más infranqueable que el silencio? Se ha dicho también que el silencio era un suplicio capaz de volver loco a quien estaba condenado a él en prisiones. Pero ¡qué suplicio, mayor aún, que el de guardar silencio, el de soportarlo de parte de aquel a quien se quiere!"
El mundo de Guermantes,
Marcel Proust

martes, enero 16, 2007

Sobre el camino...

¿Cómo puedo encontrar El camino?, es una pregunta que muchas veces nos asalta durante el transcurso de nuestra vida. La respuesta es difícil; aunque existen cientos de libros de autoayuda con leyes espirituales del éxito, metáforas baratas sobre monjes y ratones, ninguna guía es válida cuando se trata de algo tan complejo como el ser humano. Sí, puede que a muchas personas les funcione la autoayuda (por algo vende tanto), pero la esencia de la vida que tanto anhelamos poseer está fuera de cualquier texto.


Esto podría resumirse a las palabras que repetía un queridísimo amigo mío haciendo alusión al famoso (¿escritor?, creo que los que escriben en el género de la autoayuda, con mis respetos, necesitan otro gentilicio, sería una desgracia poner a Kafka o a Dostoievski en el mismo plano del inventor de ¿Quién se ha llevado mi queso?… ¿no?) Deepak Chopra. Mag, el compañero en cuestión, solía sentarse en una esquina de mi cuarto mientras hojeaba los libros de Chopra con una mueca sardónica, chasqueando la lengua con su paladar y agitando su cabeza de un lado a otro repitiendo: “Bond, la autoayuda peca de superflua y hippie; cualquiera con 4 dedos de frente sabe que es imposible decirle a un preso que es violado a diario: tranquilo amigo, perdónalos y déjalo fluir; sonríele a la vida“. Sintetizando las palabras de mi camarada, cualquier manual o guía de cómo vivir la vida o qué hacer con ella queda obsoleto: sólo podemos atenernos a la experiencia y en base a ella escribir y reescribir nuestro propio manual de cómo vivir.


No debemos olvidar que la verdad absoluta o el camino perfecto (ese que, en teoría, poseen Dios/Buda/Alá/Elvis y otras deidades) no éxiste. Podemos imitarlos, tomar sus enseñanzas, pero después de mucho andar por la vida, lo único que debe reinar en nosotros es nuestra verdad. Esa que obtenemos de nuestros errores y aciertos, esa que es independiente del que vayamos a la iglesia o nos atiborremos de pastillas como El Rey, esa que toma un poco de esto y de aquello, esa que definió Herman Hesse en Sidhartha, esa que única y exclusivamente nos pertenece. Para culminar, me despido con las sabias palabras de alguien que consiguió su camino y que, mejor que nadie, puede hablar al respecto: Marcel Proust.


No hay hombre –me dijo-, por sabio que sea, que en alguna época de su juventud no haya llevado una vida o no haya pronunciado palabras que no le gusta recordar y quisiera ver borradas. Pero en realidad no debe sentirlo del todo, porque no se puede estar seguir de haber llegado a la sabiduría, en la medida de lo posible, sin pasar por todas las encarnaciones ridículas u odiosas que la preceden. Ya sé que hay muchachos, hijos y nietos de hombres distinguidos, con preceptores que les enseñan nobleza de alma y elegancia moral de escuela. Quizá no tengan nada que tachar de su vida, acaso pudiesen publicar sobre su firma todo lo que han dicho en su existencia, pero son pobres almas, descendientes sin fuerza de gente doctrinaria, y de una sabiduría negativa y estéril. La sabiduría no se transmite, es menester que la descubra uno mismo después de un recorrido que nadie puede hacer en nuestro lugar, y que no nos puede evitar nadie porque la sabiduría es una manera de ver las cosas. Las vidas que usted admira, esas actitudes que le parecen nobles, no las arreglaron el padre de familia o el perceptor: comenzaron de muy distinto modo, sufrieron la influencia de lo que tenían alrededor, bueno o frívolo. Representan un combate y una victoria. Comprendo que ya no reconozcamos la imagen de lo que fuimos en un primer período de nuestra vida y que nos sea desagradable. Pero no hay que renegar de ella, porque es un testimonio de que hemos vivido de verdad con arreglo de las leyes de la vida y del espíritu y que de los elementos comunes de la vida, de la vida de los estudios de pintor, si de un pintor se trata, hemos sacado alguna cosa superior
Marcel Proust, A la sombra de las muchachas en flor

sábado, enero 06, 2007

12 cosas que no pueden faltar en un Fin de Año

¡Feliz año! Sí, un poco atrasado, pero nunca es tarde para desear cosas buenas =p… Aunque ya ha pasado algo de tiempo desde que cambiamos el 6 por el 7, de seguro todos ustedes deben estar hartos de las cadenas -muy bonitas, pero un poco huecas- sobre “paz, amor, bendiciones y salud”… Tranquilos, no voy a agobiarlos con oraciones prediseñadas ni frases lisonjeras; me limito a desearles, de corazón, lo mejor y que el 2007 sea más alegre que su antecesor.


Puede que esté siendo diacrónico, pero no podía dejar escapar el magno evento de El Fin de Año sin escribir ni una línea al respecto. Tardé unos días, es cierto, pero la musa salvó al blog del olvido -como siempre jeje- y se me ocurrió hacer una de mis famosas Listas sobre este acontecimiento. Como todos sabemos, después del Miss Venezuela, El Mundial, Globovisión, La Vinotinto y El Béisbol, el 31 de diciembre es uno de los actos más emblemáticos que une a la familia y amigos venezolanos. Al igual que cualquier celebración, esta fecha tiene ciertas características, casi milenarias, que se repiten de generación en generación… a continuación, una breve disección de ellas:


12 cosas que no pueden faltar en un Fin de Año:


1) La circulación de las famosas cadenas -algunas desde el 30 de diciembre- vía mail o mensajería de texto. Frases cuya redacción delatan el plagio del remitente y que nunca se sabe de dónde salen ni quién las escribe.


2) Todos en casa -sea un apartamento de 60 metros o una mansión- se visten de gala con los famosos estrenos (ropa nueva que debe usarse por primera vez, no importa que tan lujosa sea, en la celebración del fin de año).


3) Aunque el eterno soundtrack que debe reinar en el evento debe ser un cd gaitas o aguinaldos, nunca debe faltar algún recopilatorio de La Billo’s que, dicho sea de paso, ha sonado toda la vida en cada 31 o 24 de diciembre (CD que contenga éxitos como: “Año nuevo, vida nueva“, “Piano merengue” y “La marina tiene un barco, la aviación tiene un avión: Vamo’ a ver los cadetes que hoy están de graduación“).


4) La cena de fin de año debe tener: hayacas, bollitos, pernil, pan de jamón -que será desbaratado por algún familiar que no gusta de las pasas y/o aceitunas. Alimentos que serán acompañados con bebidas como: champaña, sidra, vino, cerveza, whisky o cualquier clase de sustancia alcohólica que haga que la gente empiece el año entonado.


5) Los comensales, sean 3 pelagatos o 10 generaciones completas, deben brindar en copas (así sea Pepsi su contenido).


6) Durante la cena siempre se repiten las mismas anécdotas familiares que todos conocen (cuando Pepito se rascó, la vez que María se hizo pipi en su bautizo, aquella vez que el tío José explotó un Kiosko con un cohetón, entre otros).


7) Dependiendo de la extensión de la familia todos deben sentarse a la mesa o comer en sus adyacencias (cocina, sillas, muebles, piso, entre otros).


8) Sea grande o pequeña la familiar que se reúne, nunca pueden faltar:

a. El tío que se rasca.

b. La tía que llora de nostalgia (o de la curda, al igual que el tío anterior).

c. El primito que corre por la casa.

d. El hijo que trae un “pana” o a la novia coleados.

e. El hermano mayor que se va de rumba o “Pa’ plaza Altamira” y pasa toda la cena molesto por tener que “calarse a esa cuerda e’ viejos“.

f. El cuñao jodedor que se gastó 2 millones en fuegos artificiales y que los lanza junto con los menores de edad -a pesar del poco consentimiento de los padres de la criatura en dicha acción.

g. El abuelito que se duerme justo al marcar las 12.


9) Faltando 2 o 3 minutos para la medianoche, sintonizar alguna emisora de radio donde se escuchen las famosas 12 campanadas (o, lo más sofisticados, ven alguna fiesta de fin de año, pregrabada, del canal de su preferencia).


10) Dependiendo de la formación y tradiciones familiares, al llegar el Nuevo Año comienza una especie de gincana donde cada miembro de la familia hace un ritual diferente. Entre ellos se destacan:

a. Ponerse ropa interior amarilla (que las mujeres asumen como hilo y los hombres como tanguita) para tener buena suerte durante el año.

b. La madre que rompe media casa llena de adornos sacando la maleta y corriendo de un lado a otro fuera del apartamento, como si estuviese poseída, gritando: “me voy pa’ Mayami! Pa’ Europa!“.

c. Las carteras o dólares debajo del sobaco para atraer el dinero.

d. La tía solterona paseando algún Ken -tomado a la fuerza de aquella niñita que se trajo sus Barbies- para conseguir novio el año entrante.

e. Y por último, la mayor actividad de riesgo en un fin de año: las 12 uvas. Tradición que hasta ahora no ha cobrado vidas en ningún hogar venezolano, pero más de un susto al ver a algún familiar atragantado engullendo 1 uva por segundo.


11) Después de la 1am, lentamente, la calma vuelve a la reunión: parte de los familiares se van, los primitos se quedan dormidos, los hombres -que sin importar su parentesco, ahora se llaman entre ellos compadres- se reúnen a tomar whisky y hablar mal del gobierno, las mujeres -entonadas- se terminan las botellas de sidra/champaña/vino o abren una de Ponce Crema para echar cuentos o destrozar el vestido infame de tal comadre o como fulanita le pega los cachos a menganito, los jóvenes se van de rumba y los más pequeños, al no obtener la visa para huir, se quedan frustrados viendo televisión o jugando Nintendo.


12) Por último, para cerrar con broche de oro, nunca falta el tío borracho que llega a las 2am y que estaba con la otra parte de la familia (si, esa que compite con la de este relato haciendo su fiesta de fin de año paralela) sobando a todo el mundo y ubicándose con los demás hombres, eso si, haciendo más ruido que todos ellos juntos.