martes, diciembre 25, 2012

Madurar hacia la infancia

El título me lo robo de las obras completas de Bruno Schulz, autor que hoy me mueve a escribir estas líneas. Al igual que la mayoría de los bloggers que conozco, he sido víctimas de las estadísticas: mi blog floreció en el apogeo del movimiento y en los últimos años se ha vuelto un terreno baldío que una vez al año paso a visitar sólo para comprobar que existe. Los intentos por volver a cultivar cosas han sido estériles, siempre el vaivén de la vida cotidiana termina por alejarme de acá. Crítica, poemas, pensamientos, relatos a medias, chistes; todo fluye como una recopilación de momentos de mi vida sin conexión alguna, los intentos de dar forma a ese caos han sido inútiles. Nunca hay tiempo para nada en estos últimos años, como dice un buen amigo: lo urgente le termina ganando a lo importante.

Regreso sin ánimos de ordenar, sin querer controlar o crear una rutina, casi como el primer día que abrí mi blog: para ver qué pasa. Muchas cosas ocurren en mi vida que apuntan al pasado, a la nostalgia, a esa energía primigenia que el tiempo y las responsabilidades terminan encerrando. Quisiera ver esta sed de regresar como un acto de sincronicidad, como una respuesta natural a toda la onda nostálgica que me ha impregnado en los últimos meses (libros, música, trabajos y hasta juegos), a ese proceso de "madurar hacia la infancia" del que habla Schulz en cada cuento. ¿Y qué sentido tiene dormir una hora menos escribiendo acá?, ninguno, al igual que tampoco lo tienen las horas de juego cuando éramos niños en esas tardes infinitas que hoy se pierden en el tráfico de nuestra caótica ciudad. Justamente por eso, porque en una vida llena de responsabilidades, de deadlines y apuestas altas, hace falta un espacio donde pueda recordar quién era y quién soy.

Me despido con una cita de Schulz, la misma que me despertó de mi letargo.

"Los sucesos ordinarios están alineados en el tiempo, permanece enhebrados en su curso como en un hilo. Allí tienen sus antecedentes y sus consecuencias que, apretujándose, se pisan los talones sin parar, sin cesar (...). Más, ¿qué hacer con los acontecimientos que no tienen su propio lugar en el tiempo, los acontecimientos que llegaron demasiado tarde, cuando el tiempo ya había sido distribuido, compartido, descompuesto, y ahora se hallan suspendidos, no clasificados, flotando en el aire desamparados y errantes? ¿Acaso el tiempo es demasiado insignificante para estos sucesos?" El sanatorio de clepsidra - Bruno Schulz